miércoles, 15 de diciembre de 2010

Capítulo 3


A la mañana siguiente, una tenue luz entraba por la gran ventana de la suite del hotel de Londres, cuando Jacqueline se despertó. Antes de abrir los ojos, disfrutó de la calidez de las sábanas, tan suaves que parecían flotar. Deslizó suavemente los pies por ellas y notó el aroma a rosas que desprendían, que la hacía sentirse delicada y fresca.
Unas manos se deslizaron por su cara bajando hasta terminar en su mandíbula.
-Buenos días cariño- Dijo Robbert alegremente- ¿Qué tal has pasado la noche?
Ella sonrió al oír su voz y abrió los ojos al fin, descubriendo a su compañero sentado al borde de la cama, vestido con un impecable traje azul marino y con su pelo oscuro bien peinado, oliendo a menta, como siempre.
-Pues genial, por supuesto- Ella  lo observó con detenimiento y, sin duda, le gustó lo que veían sus ojos, -¿A quién no?- se dijo internamente. Su cara perfectamente estructurada denotaba felicidad, quizás por la bonita noche que habían pasado, quizás por el reencuentro… No lo sabia, pero aquel hombre tenía todo lo que una chica podía desear. Era amable, cariñoso y tierno. Su aspecto físico era tan extremadamente perfecto que no era sano mirarlo mucho tiempo por riesgo a sufrir innegables celos. Su trabajo, como gran empresario, había sido toda una revolución, pues, con 26 años, había conseguido ser el subdirector de la productora de cine más famosa de toda Inglaterra, por lo que su cuenta bancaria superaba con creces el sueldo mínimo. Era él, el príncipe azul que personas de todo el mundo buscaban sin cesar y ela lo tenía ahí, sentado al filo de su cama, después de una noche que se había repetido bastantes veces en los últimos meses, ¿Qué más podría pedir?
En ese mismo instante, entre cavilaciones, el móvil de su chico comenzó a sonar, rompiendo el sonido de su voz, tan masculina y bien definida. El joven contestó al instante, levantándose de la cama. Dio una vuelta completa a la suite asintiendo pensativo y, tras unos cortísimos segundos, se despidió.
-Jacqueline, querida debo irme – contestó con su voz de ejecutivo implacable- no me esperes para marcharte, he dejado la llave de la suite a la entrada y un coche pasará a buscarte a las diez y doce, tu ropa está en el vestidor, la segunda puerta de la derecha, alguien vendrá a ayudar a vestirte y la peluquera y la maquilladora llegarán en nada- dijo extremadamente rápido- Me voy ya, que no voy a llegar al vuelo – concluyó besándola levemente en los labios.
La chica escuchó sus pasos alejándose a prisa por el suelo de la habitación y la puerta cerrándose tras él. Suspiró, aun tumbada. –Tiempo, lo único que podría pedir sería tiempo- y tras un nuevo suspiro, se levantó de aquella cama, que ya no parecía tan suave, perfumada y apetecible.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Capítulo 2


Tras ese encuentro, ambos siguieron su camino, inmersos en sus vidas, tan diferentes.
Dos días más tarde, Jacqueline se encontraba en Inglaterra, camino a Londres para una entrevista en una famosa revista del país, cuando su móvil comenzó a sonar.
-¿Si?- Contestó la joven rápidamente.
-¿Jacqueline? – Se escuchó al otro lado de la línea - ¿Jacquie, eres tú?
- ¡Robert! –Sonrió la chica al reconocer la voz- Robert, pero ¿Dónde estás? ¿No ibas a ir a recogerme al llegar?
- Si, si cielo, claro… allí estaré, solo quería saber si estabas bien –Su voz era suave y masculina. Hablaba con denotada dulzura.
Ella rió alegremente mientras empezó a jugar con un mechón de su largo pelo castaño.
-Claro que estoy bien, vamos Rob, ¿Cómo me va a poder pasar algo con 2 guardaespaldas detrás mía todo el día?
-Es cierto jovencita, bueno, pues no te molesto más. Te veo al llegar, pequeña-Respondió él con la misma dulzura.
-No molestas Rob, nunca lo haces. Allí te veo, un beso.
Ambos colgaron al unísono y ella se concentró en desenredar un pequeño mechón de su cabello, mientras el chófer intentaba mantener con ella una conversación activa, para no aburrirla.
Veinte minutos más tarde, llegó a la entrada del hotel.
Sus guardaespaldas abrieron la puerta tras una breve espera y ella salió, colocándose su chaqueta sobre la camisa marfil que lucía con elegancia. Avanzó lentamente hasta la puerta principal y un hombre vestido de chaqueta la saludó y rápidamente le dejó paso al hotel.
Las paredes eran altas, decoradas con flores violetas sobre las paredes blancas impecables. El suelo estaba reluciente y lo cubría una amplia alfombra, a juego con las flores, de un color violáceo. Y como si de una escultura se tratase, allí, esperándola, estaba Robert.
Un pelo negro perfectamente peinado, hacia resaltar una cara igual de impecable, casi sublime. Sus ojos caramelo podrían haber seducido a cualquier chica de ese hotel, de Londres, Inglaterra o el mundo entero. Su mentón angulado y sus pómulos de escultura griega estaban igual de proporcionados que su buena forma física y sus labios marcados. Todo en él era demasiado tentador, tanto que más de una chica lo estaba mirando cuando Jacqueline se acercó a él.
-¡Rob!- Saludó la joven con entusiasmo.
- ¡Pequeña Jacquie!- Él la atrajo contra sí con sus brazos bien desarrollados y la abrazó, levantándola ligeramente del suelo- Te he echado de menos…
Tras una leve mirada, Robert acarició suavemente el cuello de la joven y la besó lentamente, dándole la bienvenida – Te quiero Jacqueline- dijo tras unos segundos.
-Yo también- respondió ella con una sonrisa en su rostro tras el reencuentro con su novio- ¿Qué tal si me enseñas todo esto?